Descargar la araucana de alonso de ercilla pdf
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We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish. Privacy Overview This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Tiene cerca a la banda del oriente la grande cordillera y alta sierra, de donde el raudo Itata apresurado baja a dar su tributo al mar salado.
Que no es valor, mas antes es tenido por loco, temerario y torpe yerro: valor es ser al orden obediente, y locura sin orden ser valiente. Con la priesa que dio, dentro metido, y ser dispuesto el sitio y reparado, fue en breve aquel lugar fortalecido de foso y fuerte muro rodeado. La gente principal, todo aprestado, y reliquias del campo que quedaban, para romper el mar alborotado otra cosa que tiempo no aguardaban.
Mas viendo el cielo ya desocupado y que las bravas olas aplacaban, con ordenada muestra y rico alarde salieron de Los Reyes una tarde. Sobre diez galeones arribaban los prestos barcos, y saltando en ellos tiempo los marineros no perdieron que las velas al viento descogieron.
De estandartes, banderas, gallardetes estaban las diez naves adornadas; hiriendo el fresco viento en los trinquetes comienzan a moverse sosegadas. Las naos por el contrario mar rompiendo la blanca espuma en torno levantaban, y a la furia del Austro resistiendo por fuerza, a su pesar, tierra ganaban; pero sobre el Garbino revolviendo de la gran cordillera se apartaban y de sola una vuelta que viraron el Guarco, a lesnordeste se hallaron.
Pues las naves, del Austro combatidas, las espumosas olas van cortando, que de valientes soplos impelidas rompen la furia en ellas, azotando las levantadas proas guarnecidas de planchas de metal Estaba el araucano despojado del vestido de marte embarazoso, que aquella sola noche el duro hado le dio aparejo y gana de reposo.
Unos por encima de otros se dan guerra, enhiestas las personas y empinadas y de modo a las veces se apretaban, que a meter por la espada se ayudaban. Pero el combate quiero que al otro canto se dilate. No se puede llamar materia llena la que de amor no tiene el fundamento; los contentos, los gustos, los cuidados, son, si no son de amor, como pintados. Los ojos contra el cielo vueltos, braman. Apenas en la deseada arena, salidos de las naos el pie firmamos, cuando el prolijo mar, peligro y pena de tan largos caminos olvidamos, y a la nueva ciudad de La Serena, que dos leguas del puerto, caminamos en lozanos caballos guarnecidos, al esperado tiempo prevenidos.
La mar era bonanza, el tiempo bueno, el viento largo, fresco y favorable, desocupado el cielo y muy sereno, con muestra y parecer de ser durable. En esto, la cerrada niebla escura por el furioso viento derramada, descubrimos al este la Herradura, y al sur la isla de Talca levantada.
Y nadie piense que hay otro camino sino el que con su fuerza y brazo abriere, que las rabiosas armas en las manos los han de dar por justos o tiranos. Salimos a un gran campo, a do natura con mano liberal y artificiosa mostraba su caudal y hermosura en la varia labor maravillosa, mezclando entre las hojas y verdura el blanco lirio y encarnada rosa, junquillos, azahares y mosquetas, azucenas, jazmines y violetas.
Era el fresco lugar aparejado a todo pasatiempo y ejercicio. A todas partes gritos lastimosos en vano por el aire resonaban y los tristes franceses temerosos en las contrarias armas se arrojaban, eligiendo por fuerza vergonzosos el modo de morir que rehusaban, antes que, como flacos, encerrados, ser en llamas ardientes abrasados.
No dio la alma tan presto que un soldado de dos que a socorrerle arremetieron de la costosa lanza no trabase y con peligro suyo la salvase. Los nuestros sobre el muro amontonados los rebaten, impelen y maltratan, y con lanzas y tiros arrojados los derriban abajo y desbaratan. Vuelta en el aire la cortada malla, y de sangre caliente y espumosa tantos arroyos en el foso entraban que los cuerpos en ella ya nadaban.
Nadie prometa sin mirar primero lo que de su caudal y fuerza siente, que quien en prometer es muy ligero proverbio es que de espacio se arrepiente. Mira que aquel que niega lo que es justo lo malo aprueba ya y se hace injusto.
Yo, un medroso temblor disimulando que atentamente todos me miraron , del empacho y temor pasado el punto, le di mi libertad y anillo junto. Lleno el aire de estruendo se escurece con la gran polvoreda levantada, que en ancho remolino al cielo sube, cual ciega niebla espesa o parda nube. Al fin, necesitados, peleaban cual los heridos osos y leones, cuando de los lebreles aquejados veen la guarida y pasos ocupados. Mas un cerrado muro y baluarte de duras puntas al romper hallaron, que con estrago de una y otra parte, hecho un hermoso choque, repararon.
Por el lado derecho encaminado hizo el agudo hierro gran herida, pasando el escaupil doble estofado y una cota de malla muy tejida. Al araucano valle, pues, bajamos, que el mar le bate al lado del poniente, donde en llano lugar nos alojamos, de comidas y pastos suficiente ; y luego con promesas enviamos de aquella vecindad alguna gente a requerir la tierra comarcana con la segura paz y ley cristiana.
Vista pues mi torpeza y desatino, arrepentido del primer intento sin pasar adelante me volviera si alguna senda o rastro yo supiera. El cual por mil peligros ha rompido tras su deseo corriendo, que le llama a celebrar las cosas de la guerra y el sangriento destrozo desta tierra. Versiones para Windows y Mac.
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